lunes, 7 de marzo de 2011

Tomando un respiro

Desde pequeño, fue una persona querida por todos, ayudaba a todo el mundo, siempre que alguien necesitaba una mano amiga ahí estaba el, dispuesto a arrimar el hombro el primero.

Además Manuel era una persona agradable, risueña, extrovertida. Siempre tenía una palabra bonita en la boca para las mujeres o un gracioso chiste para los chicos.

Se caso joven, con una mujer hermosa a la que quería con locura. Tuvieron dos hijos Pepa y Arturo, a los que criaron con devoción y cariño. Pasaron los años y Pepa y Arturo se hicieron mayores y empezaron su vida separados de Manuel y su esposa.

Un día la tragedia entro en casa de Manuel, su esposa, a la que tanto quería, había sido atropellada mortalmente a la salida de casa. Desde ese día Manuel no volvió a ser el mismo, su sonrisa se le borro de la cara, recorría taciturno las calles del barrio, siempre haciendo el mismo recorrido, compraba el periódico, desayunaba y seguía paseando hasta una barandilla donde descansaba durante unos minutos, la misma barandilla desde la cual vio por primera vez a la mujer mas hermosa que nunca había visto. La mujer que se convertiría más tarde en su esposa.

Manuel siempre cerraba los ojos, musitaba unas amargas palabras, derramaba unas lagrimas y continuaba su camino.

Cierto día, Manuel llego como de costumbre a la barandilla, se apoyó, cerro los ojos, musito, miro al cielo, y volvió a cerrar los ojos para no volverlos a abrir mas. Quien lo encontró dice que la sonrisa había vuelto a surcar su rostro, quizás, porque ahora volvía a estar junto con quien mas feliz le hacia en vida, y ahora estarían juntos para siempre.

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